En ese año del siglo XX, en Sarajevo fue asesinado Francisco
Fernando, príncipe heredero del Imperio Austro-Húngaro, atentado con
pretensiones liberadoras del autoritario y opresor emperador Francisco José I,
que llevó a este último a una declaración de guerra que derivó a la penosa
Primera Guerra Mundial con millones de muertos y terminó con la desintegración
del Imperio.
Así como algunos de quienes dieron inicio a esa cruel
conflagración hace 101 años ya no estaban a su finalización cuatro años más
tarde, los 14 participantes del Encuentro de febrero 2015 en el Imperio de la
pizza en el barrio de Chacarita frente mismo al mayor cementerio de la ciudad
de Buenos Aires, se fueron reemplazando durante su desarrollo y aquellos que lo
iniciaron a las 18 horas ya no estaban cinco horas más tarde cuando se dio por
terminado a las 23 horas.
En mi caso llegué minutos antes de las 20:30 horas , en ese mismo momento se estaba despidiendo jegolas con su novio, así que ocupé una de las sillas liberadas
(que acá se libera de todo). De inmediato, cuando me entregaron en mano un libro
de Manuel Puig de mi colección permanente, me enteré que también se había ido
la-quimera. Después de mí (akahige-nide) sólo arribó normarisso. Con ella la suma de presentes alcanzó la cifra definitiva de 14 (catorce).
Los que estuvimos: la-quimera, jegolas y novio, mojarritas,
naufragante, laloaz, poppinsmary, marilina85, siluvana, mycolorbuttons, anna-o,
nahirbengoe, normarisso y akahige-nide.
A causa de la sucesión de miembros que se iban y llegaban trayendo
y llevándose libros, nunca vi la mesa plena de pilas, aunque la suma total de
liberaciones esa tarde-noche superó los 50 ejemplares.
Entre diálogos de gratificación o sinsabor por las últimas
lecturas, encuentros nacionales sí o no
en 2015 con sugerencias de posibles sedes, nombres de gajos de plantas, talas
de Palos Borrachos mediante farragosos trámites municipales, acompañados
simultáneamente con grande napolitana media masa, porciones individuales, moscato
con hielo, chopp helado, y gaseosas de variado color, un grito desgarrador heló
la sangre de los parroquianos del Imperio, al menos de aquellos que no
seguíamos las alternativas del otro encuentro, el de balompié que se transmitía
en las pantallas de televisión instaladas en el establecimiento, alarido emitido por un
desesperado fanático al momento de producirse una anotación de un equipo
argentino con nombre anglosajón y camiseta similar a la de la selección.
Superado el trance, nuestro encuentro pudo continuar por los canales
habituales.
Al momento de partir, el mozo fue agraciado con un libro de Shakespeare. En la modesta escultura a un polémico humorista nacional, ubicada en la entrada, se le dejó entre sus dedos, otro libro.
