Por costumbre de años lo tomamos como algo normal y naturalizamos una actividad asombrosa para la mayoría absoluta de las personas de nuestro más amplio entorno. Siete personas que comenzaron a trazar una amistad a través de un sitio virtual de intercambio de libros se juntan desde el crepúsculo de un viernes y entre todos ponen a disposición de los demás 52 libros a su elección para llevárselos y leerlos tranquilamente en su casa, prestárselos a familiares para, más adelante, volver a llevarlos a ese mismo grupo humano. La verdad, nos damos un lujo impensable e increíble para mucha gente.
Si agregamos los nombres de los autores de los libros depositados en esa mesa de La Ópera, el lujo se multiplica. Ryonosuke Akutagawa, Ricardo Piglia, Norman Mailer, Mario Vargas Llosa, Yasunari Kawabata, Ian McEwan, Francisco Umbral, Sofi Oksanen, Angélica Gorodischer, Manuel Mujica Làinez, Herman Melville, Stefan Zweig, Alice Munro, Samanta Schweblin, Selva Almada... nosotros deberíamos sorprendernos de la desconfianza, reticencia o incredulidad del resto de nuestros compatriotas como para que no se incremente de modo progresivo la cantidad de miembros locales en BC en estos tiempos de costos excesivos al adquirir no sólo una novela recién editada, también cualquier libro usado.
Ingresé al bar alrededor de las 19:10 horas en sincronía con mycolobuttons por el acceso de Callao. Desde allí divisamos a la distancia, próximos al ingreso por Corrientes, al trío ya instalado: la devenida ushuaiense orange_cubik (primera en llegar varios minutos antes de la convocatoria), marilina85 y benceno. Extendimos el tamaño de mesa. Luego llegaron elidanora y cuando ya creíamos se cerraba la lista de presentes, arribó siluvana con un morral tupido de títulos con la certeza de no lograr leerlos por su estado de madre reciente. Sin ser un ensamble musical, formamos un septeto muy bien orquestado.
La juntada se disolvió a las 21:50 horas con los últimos cuatro de esa divertida conversación que cambiaba de temas según surgía el momento. Y sin darnos cuenta, damos ahora los primeros pasos de este decimocuarto año de existencia becera en Buenos Aires.
Hasta la próxima.